Era la hora de la siesta,
con mi hermano aprovechamos para salir a jugar. En un momento me separé y
caminé hacia un descampado. Una vez ahí observé los arbustos y divisé un
escarabajo toro. Era hermoso, más que un toro me parecía un rinoceronte en
miniatura. Tenía algo de prehistórico. Tomé un palito y lo interpuse en su camino, el
lo esquivó y siguió con su rumbo. Lo
tomé entre mis dedos índice y pulgar por los flancos, lo observé de cerca,
movía su cuerno con forma de pinza y sus patas para tratar de zafarse. Tenía
bastante fuerza y las espinas de sus patas comenzaban a pincharme los dedos. Lo
ubiqué en dirección contraria hacia donde iba, pero el pegó media vuelta y
siguió obstinado con su rumbo original.
Comencé a preguntarme que sería
lo que provocaba que quisiese ir en esa dirección y no en otra. ¿Cómo sabía
hacia donde quería ir? ¿Pensarían los escarabajos? ¿De qué manera? ¿Cuales
serian sus pensamientos o deseos? ¿Porque iba para allá? No lo interrumpí más.
Diego Gallotti
16/11/19
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