Translate

domingo, 13 de septiembre de 2020

Filadelfia

 

Llegamos a Filadelfia a las cinco de la mañana. Me imaginé que a esa hora al bajar del micro iba a estar fresco. Pero no, hacía un calor insoportable. Lo primero que le dije a Fernando fue:

¡No me quiero imaginar lo que será al mediodía!

Llegamos a una posada. En la habitación había un calor insufrible. Se me ocurrió ducharme y sin secarme me senté en una silla debajo del ventilador de techo para refrescarme. Fernando me imitó. Abrimos la puerta y la ventana de la habitación para que circulara el aire. Cuándo nos recuperamos un poco del golpe de calor, decidimos salir a conocer la colonia menonita. Era domingo. Todo el pueblo concurría a la iglesia. Hablamos con un cura rubio a la entrada del templo. Luego nos dirigimos a una reserva de un pueblo originario de la zona. Fernando quiso sacarles fotos y los nativos le pidieron dinero a cambio.

A la tarde tomamos un remis para visitar una estancia que decían que tenía una pileta donde refrescarnos. El remisero nos contó que por el camino de tierra arcillosa por el que transitábamos a veces se cruzaban carpinchos, pumas, venados y hasta yaguaretés.

Llegamos a la estancia. Nos presentamos a los dueños. Estaban bajo la sombra de un árbol tomando tereré. Nos convidaron unos sorbos. Bajo la mesa había una tortuga enorme. Les preguntamos si podíamos ir a refrescarnos a la pileta. Nos dijeron que si y nos indicaron el camino. Llegamos y la pileta resultó ser un reservorio de agua que habían cavado en la tierra. El calor era agobiante así que decidimos desvestirnos y ponernos la malla. Los pies se nos hundían en el barro. Nos zambullimos y nadamos un rato. Un zorro se acercó a abrevar y una rana nadaba a mi lado.

 

Diego Gallotti

13/9/20

sábado, 12 de septiembre de 2020

Plaza

 

Llegamos a la ciudad de Encarnación muy de noche y no encontramos hospedaje. Decidimos pasar la noche en una plaza y buscar un hotel a la mañana. Hacía calor así que usamos las bolsas de dormir sólo de colchoneta. Las extendimos en dos bancos y nos recostamos. Estuvimos charlando un rato y de pronto nos sobresaltó un estruendoso ruido en la calle desierta. Miramos alrededor pero no vimos nada. La noche estaba muy oscura, cerrada. El ruido se oía cada vez más cercano. De golpe un caballo blanco irrumpió al galope por la calle asfaltada. Parecía desbocado, enojado. Iba sin jinete, fantasmal, resplandeciente. Se alejó relinchando brioso y luminoso, como en un sueño. El ruido estrepitoso de los cascos contra el asfalto se escuchó por unos minutos más, hasta ser sólo un murmullo.

 

Diego Gallotti

12/9/20

jueves, 10 de septiembre de 2020

Bar

 

Llegamos en micro al pueblo de Rojas. Mi novia nos había prevenido de que tuviéramos cuidado ya que era un pueblo de cuchilleros. Nos contó que su abuelo había sido como el patriarca del pueblo y había tenido un montón de hijos, matrimoniales y extramatrimoniales. Nos enseñó a Fernando y a mí algunas malas palabras en guaraní para que las identificáramos por las dudas. Añamemby es el equivalente al “Hijo de puta” nuestro, aunque la traducción literal es “Hijo del Diablo”. Caminamos desde la terminal de micros por un sendero de tierra hacia el centro. Estábamos rodeados de campo y más campo. Luego de un trecho vimos una parada de colectivo con la propaganda de una radio popular. Hacía muchísimo calor. Cuando llegábamos a lo que parecía ser una plaza vimos a un señor subido a una carreta tirada por caballos. Tenía la carreta llena de verduras y en la cabeza se había puesto unas hojas grandes y verdes para protegerse del sol. Fernando decidió sacarle una foto. El señor sonrió. Le preguntamos por los parientes de Carla, mi novia. No nos entendió. A media cuadra vimos lo que parecía ser una posada semiderruida, decidimos ir a tomar algún refresco. Nos sentamos en una mesa desvencijada y gastada por el tiempo. Había un viejo sentado en un rincón que miraba para nuestro lado. Le preguntamos si nos podía servir alguna gaseosa fría. No nos respondió, tenía la mirada perdida. Llamamos en voz alta por alguien que nos atendiera. Nadie venía. Nos entretuvimos un rato largo mirando como las palomas sobre una viga del techo hacían un ritual de poder, una lucha por conservar su posición en la madera. La más fuerte y rozagante se ubicaba en el centro del listón, las de los costados trataban de acercarse al centro y eventualmente quitarle su lugar pero enseguida la paloma más grande las ahuyentaba. Cada tanto había algún cambio de posición  entre las que estaban más alejadas del centro. Finalmente llegó el mesero.

 

Diego Gallotti

10/9/20

sábado, 5 de septiembre de 2020

Rojas

Luego de visitar en Paraguay las ciudades de Asunción, Caacupé, Filadelfia, Ciudad del Este y las Misiones Jesuíticas, llegamos con mi amigo Fernando al pueblo de Rojas. El pueblo fundado por el abuelo de mi novia de aquel momento.

Preguntando llegamos a la casa de unos de sus parientes. Les dije que Carla era mi novia, estaba oscureciendo y la pareja como no nos conocía, en lugar de dejarnos dormir dentro de la casa, nos dijeron que durmiéramos en el patio con nuestras bolsas de dormir. No fueron tan amables como nos prometió Carla pero igual le agradecimos.

Era verano y hacía mucho calor. Nos acostamos arriba de las bolsas de dormir, sin taparnos. Estuvimos un rato charlando y luego nos dormimos. Por mi parte no por mucho tiempo. A la medianoche empecé a sentir ruidos y movimientos cerca de mí. Abro los ojos y veo un sapo saltando cerca de mi cara, me levanto sobresaltado y lo espanto. Se escondió debajo de una maceta. El piso estaba lleno de bichos y el sapo había salido a comerlos. Fernando dormía profundamente. Intenté dormirme pero no podía, escuchaba constantemente ruidos de grillos, ranas y demás animales que venían del campo que lindaba con el patio. Dormí de a ratos y como pude.

A las cinco de la mañana me despertó el ruido de unos cerditos caminando cerca de nosotros por el patio. Fernando también se despertó. No nos quedó otra opción que reírnos. Empezaba a despuntar el sol. Me levanté somnoliento y caminé hacia el campo para ver el amanecer.

 

Diego Gallotti

11/8/20


Víctima de felicidad

  "Cuando el poeta duerme, entre poema y poema, comienza el sueño del lector, que construye una historia entrelazando oníricame...