Con mis hermanos nos trepamos
al níspero que estaba en la quinta de mi abuelo y nos hicimos una panzada. El
árbol estaba lleno de frutos maduros y sabrosos. Me llamaba poderosamente la
atención que un fruto tan pequeño tuviera una semilla tan grande. La semilla era
brillante y poseía un color hermoso, dorado con vetas marrones. Luego del
festín bajamos del árbol y correteamos toda la tarde por el jardín. En un
momento, ya cansado me recosté sobre el pasto cerca de un arbusto. Uauuu, que aroma
increíble emanaba de esa planta. No podía creer lo que olía y no podía dejar de
aspirar su esencia. Relajado, realicé grandes y prolongadas inspiraciones y
espiraciones. No podía despegarme de ese fragante y generoso arbusto. Quedé extasiado
por un largo rato inflando e inflamando mis pulmones y mi olfato con su
fragancia. Luego le pregunté a mi madre sobre la planta y me respondió risueña que era orégano.
Diego Gallotti
24/11/19
No hay comentarios:
Publicar un comentario