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domingo, 24 de noviembre de 2019

Mi infancia en F. Varela Nº 9


Con mis hermanos nos trepamos al níspero que estaba en la quinta de mi abuelo y nos hicimos una panzada. El árbol estaba lleno de frutos maduros y sabrosos. Me llamaba poderosamente la atención que un fruto tan pequeño tuviera una semilla tan grande. La semilla era brillante y poseía un color hermoso, dorado con vetas marrones. Luego del festín bajamos del árbol y correteamos toda la tarde por el jardín. En un momento, ya cansado me recosté sobre el pasto cerca de un arbusto. Uauuu, que aroma increíble emanaba de esa planta. No podía creer lo que olía y no podía dejar de aspirar su esencia. Relajado, realicé grandes y prolongadas inspiraciones y espiraciones. No podía despegarme de ese fragante y generoso arbusto. Quedé extasiado por un largo rato inflando e inflamando mis pulmones y mi olfato con su fragancia. Luego le pregunté a mi madre sobre la planta y me respondió  risueña que era orégano.

Diego Gallotti
24/11/19

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