Ese día pude ver de cerca a
Francisco. Tenía dos grandes ojos verde-amarillos con pupilas negras
horizontales. Boqueaba húmedo, respiraba y me miraba tranquilo. Lo observé unos
minutos en la cueva, por la oscuridad sólo podía ver la mitad de su cuerpo.
Comprobé que efectivamente le faltaba una pata. Según mi abuelo lo había
atropellado un auto en la calle y él lo rescató.
Diego Gallotti
2/3/19
2/3/19
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