Esa vez no salimos a andar
en bici, ni a jugar al fútbol, ni a nadar al arroyo. Se formaron dos bandos, de
un lado Rulo, Pipo y dos más y del otro Claudio, mi hermano Aldo, yo y dos más.
La banda de Rulo comenzó a tirarnos pedazos de tierra seca mezclada con piedras
y raíces de plantas que arrancaban del borde de la calle de tierra. Nosotros
atinamos a escondernos detrás de unos pajonales y a su vez arrancábamos con las
manos cascotes de tierra seca y le devolvíamos los proyectiles. Estuvimos varios
minutos lanzándonos misiles aéreos. Algunos tomaban mucha altura y trazaban una
parábola perfecta en el aire. Hubo dos que logré esquivar a último momento y me
cayeron al lado de la rodilla derecha. Empezó a darme miedo, el juego se había
puesto violento. De pronto se escuchó un grito y Rulo salió de atrás de un
arbusto llorando y con su melena rubia ensangrentada. Terminamos el juego.
Diego Gallotti
3/3/19
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