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viernes, 3 de enero de 2020

Mi infancia en F. Varela N° 11


Era un domingo caluroso de verano, con mis hermanos escuchamos pasar por la cuadra al camioncito con megáfono del vendedor de sandías. El cantito era inconfundible, sonaba metálico, vibrante, como entrecortado. Se escuchaba distorsionado y dulce a la vez. Vendía baratas las "sandias". Insistimos a nuestros padres para que compraran una. Al rato estábamos en la mesa devorando grandes porciones de sandía jugosa y fresca. Una vez saciados, comenzamos a escupir las semillas y dejamos todo enchastrado.

Diego Gallotti

3/1/20

Víctima de felicidad

  "Cuando el poeta duerme, entre poema y poema, comienza el sueño del lector, que construye una historia entrelazando oníricame...