Estuvieron varios meses
conviviendo en paz con los pampas hasta que una noche sufrieron una emboscada
por parte de la milicia. Se defendieron con uñas y dientes. En medio de la
batahola Justo creyó ver a Cabrera. Cabrera lo divisó y al grito de ¡Al fin te
encuentro gaucho matrero!, se le fue al humo embravecido. Justo esquivó un sablazo
que igual le marcó la cara. Ni lerdo ni perezoso le devolvió la estocada e
hirió a Cabrera en un brazo. Aprovechó el momento y se escapó hacia el monte.
Al otro día encontró a Honorio y otros indios escondidos entre la maleza. Pocos
habían sobrevivido. Justo curó su herida y desde ese día comenzó a usar barba
para tapar la cicatriz. Los sobrevivientes juraron venganza pero Justo y
Honorio decidieron que era hora de separarse de la tribu e ir en busca de sus
respectivos familiares. Hace rato que no los veían y no sabían nada de ellos.
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