A la media hora de
andar a caballo, se subieron a un poste del telégrafo y cortaron el cable. De
esa manera Cabrera no iba a poder avisar inmediatamente al regimiento sobre el
escape.
Luego se dirigieron
hacia el sur, a tierras no controladas por el Estado.
Estuvieron varios
días viviendo de la caza, durmiendo bajo el poncho y las estrellas. Hasta que
un día a la orilla de un arroyo divisaron a una india con su hijo. Estos apenas
vieron a los gauchos, se escondieron en el monte.
Al rato, Justo y
Honorio se vieron rodeados de indios. El indiecito resultó ser el mismo al que
Justo le perdonó la vida en la batalla. Era el hijo del cacique Catriel. Desde
ese día vivieron en la toldería con los indios, aprendieron su idioma y el arte
del rastreo entre otras cosas.
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