Berta vivía con su nieta Anahí en la selva misionera. Vivían de la recolección de frutos y la horticultura. Con el avance del cultivo de la soja y la tala de árboles se les hacía cada vez más difícil la subsistencia.
Berta sentía que cada
vez estaba más vieja y no podía ayudar a Anahí como quisiera. Decidió que era
momento para que Anahí usara la capa mágica. Una noche luego de cenar, abrió un
baúl, sacó la capa roja y le dijo:
- Anahí, es momento
de que empieces a usar la capa roja. Yo ya estoy bastante anciana y vos ya no
sos tan niña.
Anahí la miró
turbada pero aceptó la propuesta. La capa estaba reluciente como el primer día
en que la había usado su abuela. Anahí se enamoró de la capa. Esa misma noche
durmió con la capa puesta.
Al otro día se
levantó llena de energía y salió a recolectar frutos, hojas y hongos por el
bosque. De pronto vió a un aguará guazú y lo saludó. Hacía mucho que no veía a
uno.
Anahí: ¿Aguará que hacés por acá, tan cerca del
poblado? ¿Por qué estás tan triste?
Aguará: Me veo obligado a buscar comida cada vez más
cerca del poblado porque ya no queda mucha por el bosque. Necesito comida para
mis crías.
Anahí: Vení a la cabaña. Y te convidamos algo de
comida. La abuela está cocinando un puchero.
Aguará: ¿Segura que no es una trampa? Los “humanos”
son muy mentirosos…
Anahí: ¿No sentís el olor?
Aguará: Si, lo siento. Está bien, voy a ir pero
caminando detrás tuyo.
Cuando llegaron la
Abuela sorprendida dijo: Pero que hermoso aguará, hace mucho que no se ven por
acá. Se ve que ya estuviste haciendo magia. Y los tres comieron felices.
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