Caperucita
hace tiempo que le había echado el ojo a un leñador velludo y con una barba bien
tupida y recortada.
Un día salió
decidida a llamarle la atención. Se puso su mejor vestido rojo, tomó una
canasta y se fue a recolectar frutos al bosque. Pasó cerca del leñador y lo
miró de reojo.
Leñador: ¡Buen día señorita!
Caperucita: ¡Buen día, señor!
L: ¿Vive por acá cerca?
C: Si, detrás de aquella colina.
L: Ah, no la había visto antes. ¿Y cómo se llama?
C: Caperucita.
L: Lindo nombre.
C: ¿Y el suyo?
L: Roberto, pero me dicen Lobo.
C: ¡Cuánto pelo que tiene Sr. Lobo! Caperucita le
acarició el vello del pecho.
L: Si, es para abrigarte mejor.
C: ¡Y qué manos más grandes que tiene!
L: ¡Si, son para agarrarte mejor! El Lobo la tomó de la
cintura.
C: ¡Que boca más grande que tiene!
L: Si, es para besarte mejor.
Ambos se
dieron un beso tan profundo y prolongado que se pusieron rojos como el vestido
de Caperucita.
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