Luego de visitar en Paraguay las ciudades de Asunción,
Caacupé, Filadelfia, Ciudad del Este y las Misiones Jesuíticas, llegamos con mi
amigo Fernando al pueblo de Rojas. El pueblo fundado por el abuelo de mi novia
de aquel momento.
Preguntando llegamos a la casa de unos de sus
parientes. Les dije que Carla era mi novia, estaba oscureciendo y la pareja
como no nos conocía, en lugar de dejarnos dormir dentro de la casa, nos dijeron
que durmiéramos en el patio con nuestras bolsas de dormir. No fueron tan
amables como nos prometió Carla pero igual le agradecimos.
Era verano y hacía mucho calor. Nos acostamos arriba
de las bolsas de dormir, sin taparnos. Estuvimos un rato charlando y luego nos
dormimos. Por mi parte no por mucho tiempo. A la medianoche empecé a sentir
ruidos y movimientos cerca de mí. Abro los ojos y veo un sapo saltando cerca de
mi cara, me levanto sobresaltado y lo espanto. Se escondió debajo de una
maceta. El piso estaba lleno de bichos y el sapo había salido a comerlos.
Fernando dormía profundamente. Intenté dormirme pero no podía, escuchaba
constantemente ruidos de grillos, ranas y demás animales que venían del campo
que lindaba con el patio. Dormí de a ratos y como pude.
A las cinco de la mañana me despertó el ruido de unos
cerditos caminando cerca de nosotros por el patio. Fernando también se
despertó. No nos quedó otra opción que reírnos. Empezaba a despuntar el sol. Me
levanté somnoliento y caminé hacia el campo para ver el amanecer.
Diego Gallotti
11/8/20
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