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jueves, 11 de junio de 2020

Una buena ley

El etnólogo Wolfgang Ventura se encontraba en su décimo viaje de estudios por la Amazonia. Por circunstancias fortuitas se vió perdido en medio de la selva.
Agotado se recostó sobre un árbol. Al rato estaba rodeado de hombres armados con arcos, flechas y lanzas. Muerto de miedo les obsequio una barra de chocolate. Lo llevaron hasta una aldea. Toda la tribu se alborotó. Gracias al conocimiento que tenía de las distintas lenguas de la zona pudo  comunicarse rudimentariamente. El pueblo nunca había tenido contacto con la civilización y existían conflictos entre diferentes familias. Cuando el jefe de la tribu vio a Wolfgang dijo que él era el “Legislador”. Según antiguas creencias, un día  llegaría a la tribu un “Legislador” que pondría fin a las rencillas internas. Wolfgang aclaró que no sabía nada de leyes, que él era experto en etnias. Los nativos parecieron enojarse, entonces les dijo que esperaran unos días, que iba a pensar en algo. Esa noche pasó mucho tiempo desvelado, pensaba en que propuesta legislativa realizar. Al otro día se levantó más tranquilo y con algunas ideas. Le dijo al jefe que se dirigiría a lo alto de una loma para meditar sobre la ley. El jefe aceptó gustoso pero por las dudas designó a un guardia para que lo vigilara.
Wolfgang se inspiró en el libro de los libros que a su vez tenía la ley de las leyes, los diez mandamientos. Se le ocurrió que podía escribir algunas reglas de convivencia para disminuir los conflictos internos.
Escribió sobre un pedazo de corteza de árbol diez simples reglas de convivencia y las llamó “la ley”.
Luego pensó que una ley no es ley sino tiene sanciones. Así que escribió también tres posibles sanciones, el encierro, el destierro y la muerte según la gravedad del delito. Luego pensó que para las sentencias deberían encontrar un juez lo más imparcial posible. Recordó que en una tribu africana tenían por costumbre elegir como juez a un adolescente. Quizás porque en esa etapa de la vida las personas son más idealistas, aún no han tenido tiempo de corromperse. O quizás porque al estar afianzando su personalidad desafían a la autoridad con lo cual es más difícil que sean cómplices de esta.
Concluidas sus meditaciones, convocó a la tribu hacia la colina. Se lo veía esplendido parado en la cima con su pelo y barba crecidos. Con una mano se apoyaba sobre un bastón y con la otra sostenía en lo alto la tabla de madera, de esa manera anunció las leyes.
La tribu entera lo escuchó con atención y veneración. Por varios días no hubo conflictos en la tribu y Wolfgang pensó que era el momento propicio para escapar.

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