El etnólogo Wolfgang
Ventura se encontraba en su décimo viaje de estudios por la Amazonia. Por
circunstancias fortuitas se vió perdido en medio de la selva.
Agotado se recostó
sobre un árbol. Al rato estaba rodeado de hombres armados con arcos, flechas y
lanzas. Muerto de miedo les obsequio una barra de chocolate. Lo llevaron hasta
una aldea. Toda la tribu se alborotó. Gracias al conocimiento que tenía de las
distintas lenguas de la zona pudo
comunicarse rudimentariamente. El pueblo nunca había tenido contacto con
la civilización y existían conflictos entre diferentes familias. Cuando el jefe
de la tribu vio a Wolfgang dijo que él era el “Legislador”. Según antiguas
creencias, un día llegaría a la tribu un
“Legislador” que pondría fin a las rencillas internas. Wolfgang aclaró que no
sabía nada de leyes, que él era experto en etnias. Los nativos parecieron
enojarse, entonces les dijo que esperaran unos días, que iba a pensar en algo. Esa
noche pasó mucho tiempo desvelado, pensaba en que propuesta legislativa
realizar. Al otro día se levantó más tranquilo y con algunas ideas. Le dijo al
jefe que se dirigiría a lo alto de una loma para meditar sobre la ley. El jefe
aceptó gustoso pero por las dudas designó a un guardia para que lo vigilara.
Wolfgang se
inspiró en el libro de los libros que a su vez tenía la ley de las leyes, los
diez mandamientos. Se le ocurrió que podía escribir algunas reglas de
convivencia para disminuir los conflictos internos.
Escribió sobre
un pedazo de corteza de árbol diez simples reglas de convivencia y las llamó
“la ley”.
Luego pensó
que una ley no es ley sino tiene sanciones. Así que escribió también tres posibles
sanciones, el encierro, el destierro y la muerte según la gravedad del delito.
Luego pensó que para las sentencias deberían encontrar un juez lo más imparcial
posible. Recordó que en una tribu africana tenían por costumbre elegir como
juez a un adolescente. Quizás porque en esa etapa de la vida las personas son
más idealistas, aún no han tenido tiempo de corromperse. O quizás porque al
estar afianzando su personalidad desafían a la autoridad con lo cual es más
difícil que sean cómplices de esta.
Concluidas
sus meditaciones, convocó a la tribu hacia la colina. Se lo veía esplendido parado
en la cima con su pelo y barba crecidos. Con una mano se apoyaba sobre un
bastón y con la otra sostenía en lo alto la tabla de madera, de esa manera
anunció las leyes.
La tribu entera lo escuchó con atención y
veneración. Por varios días no hubo conflictos en la tribu y Wolfgang pensó que
era el momento propicio para escapar.