Tenía ocho
años. Ya había pasado por las distintas categorías de “Enseñanza” y “Perfeccionamiento”
de natación. Sólo restaba federarme y ser parte del “Cuerpo de Natación” del
club. Un día mi hermano mayor que ya estaba federado me presentó a su profesor
y le dijo que yo ya estaba listo para federarme. El profesor Ferrari me miró
como estudiándome y dijo:
Habrá que
ver. Tirate y hacé un largo de veinticinco metros por debajo del agua.
Nunca lo
había hecho pero no me achiqué. Estábamos en la parte honda de la pileta. Así
que me tiré y buceé hasta el fondo, luego seguí avanzando rozando los azulejos
hacia la parte baja de la pileta. Cuando faltaban pocos metros tuve una extraña
sensación, como una contracción en la panza y unas ganas terribles de salir a
respirar. Pero no lo hice, no quería abandonar. No me lo perdonaría yo mismo. Así
que aguanté la respiración y llegué exhausto al otro borde.
Salí por la
escalera y fui caminando hasta la parte honda en donde estaban el profesor y
los demás federados. Me paré al lado del profesor y me dijo:
Pensé que no
lo ibas a hacer. Incluso lo hiciste yendo hasta el fondo y rozando el piso,
increíble.
Desde ese día
fui un nadador federado.
Diego
Gallotti
25/7/20