Justo y Honorio
tenían todo planeado. Dentro de tres días le tocaba hacer guardia de dos a
cuatro de la mañana al Laucha. Era el mejor horario para escapar, cuando todos
estaban profundamente dormidos salvo el guardia.
Llegó la noche tan
ansiada. Honorio se acercó sigiloso hacia el Laucha y le susurró:
_ Chst, Laucha
_ ¡Negro, me
asustaste! Si no fuera por los dientes ni te veo jaja
_ Callate Lauchón
_ ¿Qué hacés? ¿No
podés dormir?
_ No, me cuesta
sacarme de la cabeza la masacre del otro día
_ ¿Cuándo vino el
malón?
_ Las dos. Tomá un
sorbo, traje una petaca
_ Gracias amigazo
Y así estuvieron un
rato hasta que el Laucha fue cerrando los ojos. En eso apareció Don Justo y con
Honorio amordazaron y ataron al Laucha. Se llevaron una carabina, un trabuco,
sables, lanzas, boleadoras, los mejores cuatro caballos y soltaron al resto.
Rumbearon para el monte. En una hora el relevo del Laucha iba a dar la alarma
pero no iban a tener con que seguirlos.