Estaba sentado con mi
familia y parte de la familia Pereyra en una mesa en la vereda de la heladería
Perrini en Carmelo, Uruguay. Solíamos ir
a veranear a Carmelo y ese año nos hospedamos en casa de los Pereyra, amigos de
la familia. La heladería quedaba en la plaza principal. Amaba esos helados,
desde la presentación en una copa de metal, la gran variedad de sabores,
algunos no eran comunes en Buenos Aires, hasta la coronación final con una
oblea. Me encantaba observar como el frío del helado iba empañando la copa
haciéndola virar del gris plateado al blanquecino granizo.
Era carnaval y estábamos
contemplando como las comparsas danzaban alrededor de la plaza. Había música, baile,
disfraces, carrozas, luces y colores por doquier.
Yo tendría unos doce años.
En un momento algunos nos levantamos de la mesa y bajamos a la calle para
observar mejor las comparsas. De pronto un gran auto antiguo y negro pisó la
punta de mi pie derecho. Me asusté, pero increíblemente sólo sentí una pequeña
molestia, quizás debido a mi pie semiplano. En seguida me senté a descansar del
calor húmedo del verano.
Años más tarde me enteré
que el heladero Aldo Perrini había sido secuestrado y torturado hasta morir por
la dictadura cívico-militar uruguaya. Carlos Pereyra el hijo mayor de los
Pereyra también fue secuestrado y torturado pero sigue con vida y militando por
los derechos humanos en Uruguay.
Diego Gallotti
27/12/20